martes, 2 de noviembre de 2010

“El Mesías en Brasil, y también en Venezuela, tiene que ser colectivo”

Este martes, Vladimir Villegas opina en su columna sobre las elecciones de Brasil, y aplaude el triunfo de Dilma Rousseff. En ese sentido, agrega: “Lula, protagonista indiscutible de la última década, ha sabido hacerse a un lado, ha sabido promover el necesario e inevitable relevo que reclama toda sociedad”.


Ganó Dilma Rousseff, la candidata del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula da Silva, el líder sindical que fue capaz de gobernar sin exclusiones, sin sectarismos, con la idea de llevar a su país por la senda del progreso utilizando el diálogo como herramienta y trabajando de la mano de todos los sectores.
El triunfo de Dilma revela que tiene pleno apoyo en Brasil la política de promover cambios sin estimular la confrontación, sin olvidar el compromiso con los más pobres y sin acorralar, estigmatizar y amenazar permanentemente al sector productivo que genera empleo y que contribuye con el crecimiento económico sostenido protagonizado por el llamado gigante del sur.
Lula da Silva sale de la primera magistratura con un apoyo popular superior al 80%, con el reconocimiento de todos los sectores de esa nación y como una referencia internacional de primer orden.
Ha sido un líder que en el plano interno ha sabido promover el entendimiento, unificar al país a la hora de impulsar políticas de interés nacional y, a la par, ha sido un baluarte de la integración latinoamericana y de unas relaciones con Europa y Estados Unidos basadas en el respeto a la soberanía, en la cooperación y en la promoción de un orden internacional democrático y justo.
El presidente brasileño saliente ha mostrado también la cara amable y colectiva de un movimiento político que tiene un líder como él, que sobresale, pero que a la vez promueve el liderazgo colectivo. El PT de Brasil no es una organización a la medida de un solo hombre, a las órdenes de un caudillo y sin criterio propio a la hora de disentir del Presidente o del líder cuando sea necesario.
Es una fuerza de izquierda, democrática, plural, que ha sido capaz de lograr acuerdos políticos con fuerzas disímiles, como por ejemplo el PMDB, de centro derecha, o el Partido Comunista.
Esa política, desterrada de sectarismo, de prepotencia, de revanchismo, ha sido la clave para lograr la gobernabilidad en Brasil. Lula da Silva, hombre venido de las filas del movimiento obrero brasileño, supo utilizar la experiencia de lucha adquirida en los sindicatos para negociar cuando era necesario y presionar cuando no había otro camino. Por esa vía logró involucrar a todo el Brasil en los programas y proyectos destinados a superar la pobreza, a generar empleo y a promover condiciones para lograr afianzarse como una de las cuatro economías de mayor crecimiento en el mundo.
Por esa razón, el triunfo de Dilma es un motivo para el optimismo, para continuar creyendo en que un mundo mejor es absolutamente posible y que puede lograrse en medio de la mayor diversidad, en un ambiente cada vez más democrático y menos autoritario, cada vez más tolerante y menos excluyente. Brasil vive hoy un momento de cambio, con continuidad, de avance sostenido, de búsqueda incesante de un modelo de desarrollo que logre dejar atrás definitivamente el atraso, que no santifique ninguno de los extremos, ni el libre mercado sin controles ni el estatismo que pretende acaparar todos los espacios de la economía.
Lula, protagonista indiscutible de la última década, ha sabido hacerse a un lado, ha sabido promover el necesario e inevitable relevo que reclama toda sociedad.
Dilma Rousseff dará continuidad a la gestión de Lula, pero seguramente tendrá su propio estilo, sus propios énfasis e, incluso, tendrá la responsabilidad de reorientar las políticas que no han sido del todo exitosas.

Seguramente Lula continuará jugando un rol importante en Brasil, pero no es imprescindible. Después de Lula no viene el diluvio. Y el primero que está claro en eso es el propio mandatario brasileño. El Mesías en Brasil, y también en Venezuela, tiene que ser colectivo. Un solo palo no hace montaña.
Y un solo hombre no hace país. Qué bien por el Brasil.

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